El mundo cambia, nuestro entorno cambia, las personas que amamos cambian… y nosotras también cambiamos.
La vida siempre sigue hacia adelante, a veces con cambios que nos duelen.
Pero como mujeres también crecemos, maduramos y evolucionamos. No nos estancamos, aprendemos de los errores y nos adaptamos a lo que la vida nos tenga deparada. Somos sensibles pero de corazón fuerte, no nos quedaremos ancladas en el ayer, forjamos nuestro futuro.
Todo cambia en el mundo: nada tiene la virtud de permanecer igual por siempre. Nosotras también cambiamos: ya no somos las mismas de ayer, hemos pasado por un montón de circunstancias que han cambiado nuestro corazón y nuestro cuerpo. Por todo ello, es importante que sepamos adaptarnos a los cambios, porque si no lo hacemos, podemos tener problemas y estancarnos.
La naturaleza de la vida es el cambio, ni siquiera las estatuas conservan su esencia por una eternidad: el clima, el pasar de los días, las remodelaciones y otro sinfín de acontecimientos hacen que varíen en su color, su textura y forma… Y como nosotras no somos estatuas, los cambios se hacen aún más inevitables en nuestra alma, ya que hemos ido reacomodando nuestra forma de proceder y de pensar según las pruebas que nos ha puesto el camino.
Puesto que cambiamos de forma constante, necesitamos adaptarnos a esos cambios: ¿Recuerdas cuando empezaste a ser adolescente? Tu cuerpo empezó a modificarse y tu mente como una mariposa revoloteaba de aquí para allá buscando el norte. Así fue como empezamos a prepararnos para convertirnos en adultas. Lo mismo sucede con los cambios que llegan a nuestras vidas: debemos afrontarles y adaptarnos a ellos, porque de lo contrario llenaremos nuestro diario vivir de contrariedades, ya que si la innovación llega a nuestro camino es porque le necesitamos.
No podemos seguir “haciendo más de lo mismo” cuando las cosas han cambiado: no podemos seguir caminando hacia el trabajo cuando nos hemos mudado lejos de él, no podemos actuar como adolescentes cuando tenemos responsabilidades, no podemos seguir con una relación cuando los sentimientos han cambiado, no podemos continuar con un trabajo que ya no nos satisface…
Los cambios requieren adaptación, entonces ¿para qué complicarnos la existencia? ¿Por qué nos aferramos tanto a ese viejo “yo” que ya no existe? ¿Por costumbre? ¿Por miedo? ¿Por facilismo?
¡Dejemos a un lado lo de antes!
Lo importante es lo que vamos a hacer con nuestro ahora. Movernos es la simple diferencia entre avanzar o estancarnos en nuestros propios caminos. Este no es un proceso fácil, pero tampoco tiene porqué ser difícil y tortuoso.
Con el avance de la tecnología, hemos aprendido a cambiar del teléfono fijo a los móviles, hemos sido flexibles en cuanto a ello y a decir verdad, le hemos encontrado muchos beneficios a esta evolución, ¿por qué con nuestro corazón debe ser diferente? ¿Por qué no le encontramos beneficios a nuestros cambios?
Todo lo que llega a nuestras vidas es una potencial fuente de felicidad. De nosotras depende quedarnos con ello o rechazarle por nuestro miedo al cambio.