miércoles, 24 de octubre de 2012

DUELE VOLVER A COMETER EL MISMO ERROR




Todas cometemos errores, eso es parte de ser humanas.
Pero duele mucho cuando el error que cometemos es el mismo que el de antes. Cometer el mismo error duele hasta destrozarnos el alma.
Quisiéramos que la tierra nos tragara e hiciera desaparecer, pero tenemos que ser fuertes, afrontarlo, levantar cabeza y mirar hacia adelante. El pasado no se puede cambiar, el futuro sí.
¿Cuántas veces has cometido errores y cuántas veces has prometido no volver a cometerlos?
Todas conocemos el desagradable sentimiento de darnos cuenta que hemos fallado en algo que pensábamos que ya teníamos controlado, nos sentimos como casos perdidos, deseando tener el poder de regresar en el tiempo para hacer las cosas diferentes. Son muchas las cosas que podríamos cambiar y no cambiamos, darnos cuenta de ello nos entristece y hace sentir que somos “casos perdidos”.
¡Trágame tierra, volví a caer!
Muchas nos falta el valor y la fuerza para mirarnos a nosotras mismas y desearíamos poder escondernos o perdernos. Saber que has vuelto a fallar es algo que duele, especialmente si es que nos hemos fallado a nosotras mismas. Pensamos que igual si hubiésemos sabido el dolor y la frustración que provocan nuestros errores no hubiéramos vuelto a fallar de la forma que hicimos, pero lo hicimos.
No hay nadie que nos pueda salvar de lo insalvable, excepto nosotras mismas, porque nadie nos obliga a cometer actos o acciones que sólo nos dejan un mal sabor.
Muchas son las veces que nos dejamos llevar por la emoción del momento, o en las que tomamos una decisión al impulso de sentimientos, sin razonar, sin pensar en las consecuencias que nos afectan a nosotras mismas y de paso, muchas veces también involucramos sin querer a terceras personas, haciéndolas sentir tanto o más mal que a nosotras mismas. Y muchas veces llegamos a casos extremos, seguimos viviendo en el error que podría durar de por vida, pensando que tratar de rectificar y prometer no hacerlo de nuevo sólo han sido promesas fallidas y condenándonos a nosotras mismas a vivir equivocadamente dudando de nuestra capacidad, buen juicio y sobretodo, dudando de nuestra fuerza de voluntad.
En el pasado hemos errado, pero en el futuro no.
Lo ideal para una vida tranquila, sería no cometer errores, pero sabemos que como humanos tropezamos una y otra vez y muchas veces esos tropiezos son resultado de descuidos, de no cuidar el corazón y nuestros principios. Sin embargo y a pesar de caídas y tropiezos, siempre tenemos la oportunidad de rectificar, no importa con qué fuerza caigamos y nos fallemos a nosotras mismas, lo importante es que retomemos fuerzas, que nos levantemos con más impulso y sacudamos el polvo de nuestro corazón. Debemos evitar reprocharnos los errores cometidos y mirar hacia adelante con nuevas esperanzas, con el propósito firme de salir del fango en el que nos hundimos.
Nunca se es un caso perdido, tú nunca lo serás. Siempre habrá esperanza mientras estés dispuesta a tomar ventaja de las oportunidades para rectificar. Abrázate a ti misma, hazte sentir el amor que eres capaz de dar a los demás, demuéstrate a ti misma que eres capaz de no provocar dolor por una mala decisión, demuéstrate a ti misma que si eres capaz de salir del estatus que tú misma has creado, no eres caso perdido. Habrá esperanza para ti mientras en tu corazón tengas el deseo de salir adelante y gritarle al mundo entero: “me equivoque una, dos y muchas veces, pero me he levantado y no volveré a cometer el mismo error de nuevo”.

miércoles, 17 de octubre de 2012

SI LUCHAMOS QUE SEA PARA GANAR




Las mujeres tenemos visión para cambiar las cosas a mejor, traer mejoras al entorno que nos rodea. Pero no podemos pretender cambiarlo todo, al menos no de golpe o acabaremos agotadas y derrotadas.
Tenemos que escoger bien aquello por lo que queremos luchar. Ir poco a poco, batalla a batalla, así podremos lograr lo que nos propongamos.

Elige bien por qué cosas luchar:

Si peleamos, que sea para conseguir una victoria. Las batallas hay que pelearlas para ganarlas. De nada nos sirve luchar por esto, por aquello… ah, y eso otro también (porque está mal, porque se puede mejorar, porque no nos gusta…) para luego sentirnos desbordadas, cansadas, y al final fracasadas.

¿Hay algo que debemos cambiar? ¿Malos hábitos? ¿Actitudes? ¿Comportamiento? ¿Nuevas metas? ¿Retos en nuestra vida personal?
Los cambios que debemos enfrentar son muy variados. Van desde temas familiares como matrimonio, hijos o nuestra propia persona, hasta temas prácticos como alimentación, horarios adecuados, organización, finanzas etc.
― No nos desgastemos luchando por causas perdidas.
Tantas y tantas veces intentamos arremeter contra todo a la vez, sin estrategias, ni planes, ni capacidades para hacerlo… y como es natural, nos supera, nos desmotivamos y fracasamos. ¡No solamente no hemos ganado, sino que, encima, estamos más cansadas que antes!
Es mejor ir poco a poco. Una mujer “sabia” sabe cuando ceder (quizás sólo por un tiempo) y cuando arremeter. Ir a por un objetivo a la vez será más efectivo que intentar conquistar cinco de golpe. Cuando conseguimos una victoria estamos mejor preparadas para la siguiente.
Es importante recordar que así como un hábito no se adquiere de la noche a la mañana, tampoco se destruye tan rápidamente. A veces, cuando nos detenemos a “estudiar” nuestras vidas, entendemos que tantas cosas están mal o pueden mejorar… ¡sentimos un ramalazo de impaciencia y decidimos que no debemos soportarlo más! ¡Fijamos expectativas demasiado altas para nosotras mismas…! Las intenciones son buenas, el procedimiento inadecuado.
Escojamos bien nuestras batallas. Una a una, poco a poco… venciendo, conquistando, viviendo en victoria. Siempre con inteligencia, ingenio y buen humor. ¡Si luchamos, que sea para ganar!

viernes, 5 de octubre de 2012

NO ACEPTO TU MALTRATO ME VOY



La emoción del enamoramiento, la boda, la alegre recepción, las fotos, el pastel y los detalles románticos contrastan con las amarguras, humillaciones, menosprecios y tragedias que después llegan a soportar muchas mujeres en manos de su pareja.
Y una vez casada, lo que menos quieres es dar la relación por fracasada y disolverla, pues una no se casa para eso. Pero mucho menos para ser maltratada: nunca aceptes el maltrato, siempre di no a quien te lastima.
En la mayor parte de los casos los agresores son las propias parejas de las victimas, siendo el detonante el reclamo de pensión alimenticia, o la negativa de la mujer de volver a vivir con la pareja. La etapa de mayor peligro para la mujer es la de los primeros meses de la separación, periodo durante el es cuando el hombre trata de convencer a su pareja que ha hecho cambios.
Las consecuencias del maltrato tienen graves consecuencias sobre los hijos, incluso cuando la mujer intenta protegerlos o esconderlo de ellos. Los hijos de familias en las que se han experimentado maltratos son enfrentan temor, ansiedad, culpa y enojo que más tarde prolongan el ciclo siniestro.
El problema del maltrato empieza cuando uno de los dos se siente superior al otro y que a menudo sufre de baja autoestima; empieza a gritar con mas frecuencia, llegando a los tirones y empujones que poco a poco van escalando a golpes físicos y a vocabulario soez con presiones y amenazas. El agresor comúnmente finge arrepentimientos para lograr la reconciliación, con la que después puede continuar con el mismo patrón de tortura, abusos y maltratos.
Cuanto más tiempo se pasa con el agresor, mayor es la posibilidad de que el se de el maltrato. El agresor intenta solucionar con violencia aquello que siente que se le escapa de las manos. Pero no sólo el hombre puede ser el victimario, porque se han dado casos de mujeres que son físicamente agresivas, especialmente después de descubrir un engaño por parte del esposo.
Cuando un a mujer se casa, no es para fracasar, ser abusada, o en el peor de los casos, llegar a ser asesinada por su propio esposo. Tampoco se casa con la idea de separarse al poco tiempo. Pero aun así, aunque no fuese lo deseado, ¿acaso por ello debe quedarse en una relación en el que está siendo abusada y maltratada? ¿Acaso no sería mejor salir con los hijos, y buscar una mejor vida lejos del maltratador?
Aun hoy son muchas las mujeres maltratadas, abusadas y que desafortunadamente también llegan a ser asesinadas con crueldad inimaginable; todo ello a manos de quien juró amarlas, cuidarlas, protegerlas y resguardar su bienestar físico y emocional.