lunes, 25 de enero de 2016

¿ CAMBIAR YO ? PORQUE ?



para lograr cambiar

Qué triste es encontrarse con gente que sufre de pereza selectiva y no desea esforzarse en nada, ni en mejorar ni ser mejores. Se conforman con ser como son, pensando que no necesitan cambiar nada de su forma de ser, pensar y sentir… diciendo que así como son ahora, lo serán toda la vida, que nada ni nadie les hará cambiar nunca.

Sin embargo comúnmente, son estas mismas personas las que se pasan la vida quejándose y culpando a los demás de sus desdichas, de sus penas y sus fracasos. Culpan al destino y a Dios porque todo les va mal y porque están convencidos que lo que les pasa es que tienen mala suerte.
Y cabe reconocer, que la responsabilidad no es completamente suya, pues seguramente desde la niñez les formaron para ser así. No obstante, ni de adultos están dispuestas a reconocer sus errores, sus faltas ni sus desaciertos, y aquí cabe preguntarse: ¿Cómo podemos cambiarnos a nosotros mismos?
personas que nunca cambiarán su forma de ser
Cuando llegamos a la vida, el mundo ya estaba hecho, ya estaba establecido todo sistema de creencias, patrones de conducta, y desde nuestra infancia nos sembraron un cúmulo de ideas y formas de pensar como si fueran una ley: “Eso no se hace porque está mal”, “Si haces esto o lo otro, te castigará Dios”, “No comas eso porque te va a hacer daño”, “No te vistas así porque se burlarán de ti”, “Tú no tienes derecho de opinar, sólo debes obedecer a tus mayores”.
¿Pero qué nos enseñan los mayores? Los mayores lo primero que nos imponen es la aceptación positiva condicionada, es decir, “Ay qué bonito, hiciste tu tarea”, “Ay qué bonito, te lavaste los dientes” etc. Ah, pero el día que no lo hace: “Ay qué feo, no hiciste la tarea” o, “Ay que feo, no te lavaste los dientes”. Entonces desde niños aprendemos de esta manera: “Tengo que obedecer para ser querido y para ser aceptado” y es allí donde va sembrada la semilla de la baja autoestima y hasta el chantaje emocional.
Es obvio que si de niños aprendimos a obedecer para que nos quisieran, también aprendimos a bajar la cabeza y a conformarnos resignadamente a lo que la vida nos trajera, pero nunca nos preguntaron qué es lo que nosotros queríamos, ni pensábamos ni sentíamos… y lo peor de todo es que así crecimos, con ese convencimiento de que ya no podemos cambiar nuestra forma de ser ni nuestro estilo de vivir. Pero atrás de todo esto se esconden los miedos: A ser reprendidos, a ser castigados, a ser abandonados, etc. Miedo al qué dirán, miedo al qué pasará, miedo a convertirnos en un verdadero escándalo si rompiésemos las reglas de todo lo establecido:
¿Cómo es posible que tú hagas eso? ¡Yo no te puse esos ejemplos! ¿De quién lo aprendiste?, ¿A quién sacaste?, nuestra familia no es así, ¿Quién te está enseñando? ¿Por qué eres así? Una pregunta que sacude el alma: “¿Por qué soy así? ¡Porque así me criaron!” Entonces… “¡Así soy yo, y no puedo cambiar!”

→ ¡Hey, alto ahí…! ¡Cuidado con lo que dices acerca de ti mismo!
¿Por qué piensas que no puedes cambiar tu manera de pensar y de sentir? ¿Por qué crees que no puedes cambiar de actitud, aunque no te guste en verdad ni si quiera cómo eres? Déjame decirte algo importante: La conducta sí es modificable, si no te gusta la realidad que estás viviendo, ¡cámbiala! ¿Qué te lo impide?
no podemos cambiar nuestra forma de ser
Si consideras que existe algo o alguien que te impide cambiar hábitos y costumbres que te son difíciles de erradicar, empieza por ejercer tu derecho a poner límites y a darte permiso de caminar y crecer por la senda que tú elijas. Ni siquiera tienes que pedirle permiso ni autorización a nadie, ni tampoco darle ninguna explicación a quienes no entienden que tu valiosa vida, solamente te corresponde a ti organizarla y a nadie más.
No te dejes llevar por tus miedos, tú no eres cobarde, no te dejes vencer por tu propio desaliento, deja atrás las inseguridades. Lo que tengas que hacer hoy, hazlo, pero hazlo pronto y hazlo bien para que puedas avanzar con prontitud, firmeza, con orgullo y con dignidad hacia tus logros.
Empieza con poco. El contento en lo poco, abre las puertas de lo mucho –dicen-, y cuando eres tú, quien transita por sus propias veredas, créeme, te dará más satisfacción que si transitaras por los caminos que ya estaban construidos, y que aparte siempre estarías en deuda por quienes hicieron posible tu llegada a la meta. ¿Me hago entender?
No pienses entonces en lo que dejas atrás porque ya es pasado, y el pasado no existe, el pasado está muerto y enterrado y no tiene regreso posible. Piensa en lo que te espera por delante aunque quizá sientas miedo por lo desconocido, pero luchar por lo que quieres te dará fuerzas y valor para moverte a pesar de tus miedos y avanzarás ganando la batalla.
¡Claro que sí puedes cambiar… sólo si tú quieres!

lunes, 11 de enero de 2016

NI POR AMOR A TUS HIJOS DEBES PERMITIR SER MALTRADA .





El abuso y el maltrato, tanto físico como psicológico y emocional, no debe ser aguantado y permitido bajo ninguna circunstancia. Ni por seguridad económica para ti y los hijos, ni por amor a él, ni por ningún motivo. Perdonar a un maltratador no te hace ningún bien, ni a ti ni a tus hijos que indirectamente sufrirán las consecuencias.


Desde la redacción y el equipo de colaboradores de Toda Mujer Es bella, hemos sido testigos de incontables infidelidades, separaciones que han dejado un sabor amargo… así como historias de batallas y guerras ganadas, relatos de superación personal, y recuperación.
Ver nuestro ESPECIAL: Maltrato a la mujer
Lamentablemente, día a día siguen llegando a nosotras historias de dolor y desesperación, injusticias y sufrimientos. Es muy común que lleguen amigas y hasta hombres, que sufren por el flagelo del maltrato psicológico y físico. También es común leer a muchas mujeres utilizando excusas para seguir viviendo bajo el yugo del “macho valiente” que no tiene reparos en levantar el puño y dejarlo caer en el rostro de quien dice amar, que con la misma boca que profesa amor y pide perdón, después profiere insultos y humillaciones.
El maltrato es siempre inaceptable
Entre las frases de estas sufridas mujeres, algunas son mucho más comunes de lo que quisiéramos:
•“No puedo dejarle porque le amo”.
•“No puedo dejarle porque nuestros hijos le adoran y sé que sufrirían”.
•“Me da miedo enfrentar la vida sola”
A estas mujeres yo les hago la pregunta retórica, de si verdaderamente creen que sus parejas les aman, si el acto de golpearlas es consecuencia del gran amor que le tienen a sus hijos, o si acaso no están más solas con ellos.
No es difícil responder a estas preguntas, pues no se necesita ser un genio para saber que los golpes hacia una mujer a la que se supone que deben amar y respetar, no es ni mucho menos cuidar de ella, su familia e hijos.
Está claro, y ellas mismas lo saben, que en un hogar donde hay maltrato, también hay escasez de amor, empezando por el amor propio que ellas mismas debieran tenerse. También está claro, que pese a los temores que pudieran tener de enfrentar el resto de sus vidas lejos de sus parejas, un hogar con (aunque no sea dirigido contra los hijos) no es un buen ambiente u hogar para los niños, que crecen con el temor y el violento mal ejemplo tanto del que pega como de quien recibe sin poner un alto


Es necesario saber reunir las fuerzas para separarse, divorciarse, denunciar y salir de una relación tan poco fructífera, hay que hacerlo para salvarse, para salvar el futuro de los hijos, por dignidad, por amor propio, y por autorespeto… Puede que preservar la unión de la familia sea importante, pero no lo es tanto como para aguantar junto a tus hijos un matrimonio corrupto y tóxico como sentencia de por vida. Nadie tiene que ser condenado a vivir en esta “cadena perpetua” poniendo en peligro tu propia vida, felicidad y bienestar (por no hablar de la de los hijos que sufren indirectamente lo que tú vives).
El “valiente” maltratador, se envalentona más con el tiempo, en especial con cada vez que te golpea o come más la cabeza manipulándote… porque con tu miedo a dejarle, con tu temor a no saber salir adelante sin él, con la dependencia que le has demostrado tener de él por tu temor a dividir la familia y los hijos, y con cada vez que vuelves a humillarte por él… él ha aprendido que puede salirse con la suya, que sus actos apenas tienen consecuencia, y que nunca harás nada serio, como mujer cada vez más débil a la que exitosamente ha logrado convertirte.
Apoya a la mujer maltratada
Relacionado: Ideas erróneas acerca de las maltratadas
No es bonito vivirlo, y tampoco reconocer esta dolorosa situación de abuso y maltrato tanto psicológico como físico. Pero hay que hacerlo, sólo la mujer maltratada puede salir de su devastadora relación, solo quien lo sufre puede poner fin de verdad; los demás podemos aconsejarte, opinar, juzgar, y preferiblemente apoyarte… pero eres tú quien debe querer y decidir salir de una relación así. Ningún hombre que te maltrate merece tu compañía, ese maltratador nunca va a regalarte una flor, salvo para cuando estés en la tumba, pero también la tierra será fertilizada por las lágrimas de los hijos que no fueron protegidos “por miedo”, “por amor”, por falta de valor, por olvidar que el que valiente vive hasta que el cobarde quiere…
Relacionado: Cómo logran maltratar y dominar a las muejres
Como mujeres maltratadas, intentando hacer lo que equivocadamente creemos que es lo correcto, preservando una relación que es tóxica, manteniendo a los hijos en un matrimonio enfermizo con malos ejemplos de cómo tratar y ser tratados en pareja y familia, con la falta de valentía y cobardía, no les hacemos ningún bien. Hay que salir de estas relaciones, aunque sea con la nada más que tu dignidad que poco a poco vas recuperando. Lucha por liberarte, lucha por no ser una estadística más de mujeres maltratadas.

Nunca aceptes ser maltratada, nunca.

No al maltrato, y NO al perdón del maltratador

¡Eso, eso!

El abuso y el maltrato, tanto físico como psicológico y emocional, no debe ser aguantado y permitido bajo ninguna circunstancia. Ni por seguridad económica para ti y los hijos, ni por amor a él, ni por ningún motivo. Perdonar a un maltratador no te hace ningún bien, ni a ti ni a tus hijos que indirectamente sufrirán las consecuencias.