Muchas veces la convivencia en pareja lleva a una situación donde el amor del comienzo ya no existe. Ni siquiera la comunicación es buena. Sin embargo tomar la decisión de separarse es lo más difícil para la mayoría de las personas. Muchos sienten temor a la soledad, a tener que seguir su vida sin pareja, a quedarse solo de por vida; y prefieren continuar viviendo las angustias cotidianas.
Muchas pueden ser las causas, pero la consecuencia es una sola: la soledad. El temor a estar solo es el principal factor que incide directamente en el momento de separarse o no. Todo lo que viene después del divorcio es nuevo para esa persona, sobre todo si ocurre luego de un matrimonio de muchos años. Es el miedo a lo desconocido.
Son pocos los momentos de la vida de un individuo que requiera de tantos cambios como el pasaje de un estado donde uno vive en pareja a otro donde vive solo. Se trata de pasar del estado de seguridad que brinda el vínculo a la incertidumbre que trae la separación. La separación implica entrar en un espacio nuevo del que todavía no conocemos las reglas.
Los miedos
Este lugar nuevo está habitada por miedos y peligros. Las amenazas -reales o imaginarias- que acechan luego de la separación no siempre están relacionados con problemas existenciales. A veces los miedos vienen de cosas concretas, cotidianas, que pueden sentirse más que el miedo al sufrimiento, a la soledad. Algunos miedos pueden pasar por los objetos materiales: los libros, los muebles, la casa, etc.
¿Qué va a pasar con todo eso luego de la separación?
¿Quién va a realizar las tareas del hogar ahora que ella o él se fue?
Como en todos los casos de la vida humana los miedos también hacen distinción de sexos. Frente a la posibilidad de una separación, ellos les temen más a las tareas domésticas, y ellas a cuestiones que tengan que ver más que nada con los estereotipos de las funciones masculinas, como el manejo del dinero.
El problema de los hombres – según los psicólogos – es que no están preparados para vivir solos. Siempre necesitan de la parte femenina para llevar adelante un hogar, así como también la mujer necesita de un marido que aporte contención y sensación de seguridad.
Lo peor lo sufren aquellas mujeres que estaban acostumbradas a que el marido mantuviera la casa, mientras que ellas sólo se dedicaban a limpiar la casa, cuidar de los hijos, hacer las compras, etc. Una vez separadas el cambio es aún más brusco, por lo que el temor a arreglárselas por su cuenta es mayor.
El miedo económico es una de las mayores causas de repensar una separación. Estar acostumbrado a una vida donde los gastos son compartidos o aportados por el hombre, por otra donde todo lo tiene que pagar la mujer es muy complicado y pesa mucho a la hora de tomar la decisión de separarse.
Luego de la separación existen aspectos de la vida cotidiana que van a cambiar indefectiblemente, tanto para el hombre como para la mujer. En ambos casos se tienen que hacer cargo de cosas que antes eran exclusividad del otro.
Otro temor muy grande es volver a amar. Muchas veces este temor también se transforma en vergüenza. Y aumenta con la edad. Estar acostumbrado a un cuerpo o a que una sola persona lo vea a uno desnudo, lleva a tener vergüenza de conocer a otra persona y empezar todo de nuevo.
La reanudación de la experiencia sexual después de haber estado casado o en pareja durante mucho tiempo es difícil porque al estar con una persona nueva hay que habituarse a otros tiempos y costumbres, a otros hábitos. Tanto los hombres como las mujeres tienen estos miedos. Y el tema del físico afecta más a medida que se va envejeciendo, sobre todo en las mujeres que saben que cuando se separan las cosas no son iguales que a los 20 años. No son iguales ni física, ni espiritual, ni psicológicamente.
Siempre se puede volver a empezar
El miedo puede paralizar. Incluso en situaciones de infidelidad, el miedo puede ganar la pulseada a la hora de tomar una decisión. Muchas personas viven con esa culpa en su cabeza pero a su vez no quieren dejar a sus parejas sólo por temor a la soledad.
Así como la vida de todo ser humano se da por etapas, los divorcios también. Este proceso traerá sentimientos de dolor, culpa, tristeza, enojo, bronca y sobre todo una vivencia de desamparo. Por eso no hay que quemar etapas y aprender a convivir con todo eso.
Las crisis de pareja son momentos en los cuales quedan en suspenso todos los proyectos planeados y no existen nuevos tampoco. Es un tiempo donde las personas entran en shock, extrañamiento, expectación, sorpresa, etc. La palabra crisis en chino significa dos cosas: amenaza y oportunidad. De eso se trata toda crisis. Es una amenaza para la pareja en la cual se depositaron tantas expectativas, pero también es una oportunidad de cambio.
Por eso lo que se debe tratar es transformar esa amenaza en oportunidad. Una oportunidad de comenzar algo nuevo, más saludable, que le dé esa felicidad que la persona había perdido con su antigua pareja.
Obviamente que los miedos no se terminan de un día para el otro. Primero se debe atravesar un camino doloroso, lleno de piedras, soportar los cambios, luchar contra la fuerza de la costumbre. Cuando se está acostumbrado a un ritmo de vida es muy difícil cambiar. Supuestamente, uno se separa para estar mejor, pero cuando llega el momento todo se viene abajo. Hay cosas que se vuelven notorias, como no tener nadie al lado a la hora de ciertas situaciones, no sentir la piel del otro en la cama, su respiración, etc. Solo es cuestión de tiempo, de acostumbramiento, pero si separarse sirve para cortar con algo sin retorno, estos síntomas se tienen que sentir.
Otro de los miedos muy comunes, sobre todo en los hombres, es el perder contacto diario con los hijos. La gran mayoría de los chicos se quedan viviendo con sus madres, y el perder la cotidaneidad, sobre todo sin son chiquitos, es muy doloroso para los padres separados. También si la mujer o el hombre consiguen una pareja nueva y ésta entra en contacto con los niños, se produce el temor a perderlos y que se encariñen con esa nueva persona.
Separarse es algo complejo, pero si la situación no daba para más, es la mejor manera de terminar con una vida de martirio, para tratar de empezar una nueva de felicidad.