martes, 12 de junio de 2012

LA VERDAD ACERCA DE LOS PRINCIPES



Todas hemos soñado con un príncipe azul. En un momento creímos conocerlo y le entregamos nuestro corazón…
Pero suele ocurrir, que ese primer príncipe soñado es una ilusión, un espejismo incapaz de vernos de la misma manera, como las princesas de sus vidas con las que permanecer toda la vida.
Caemos, nos engañan y también nos auto-engañamos; nos ilusionamos y nos desilusionan…
Pero como mujeres aprendemos de la experiencia, crecemos, maduramos y comenzamos a tomar mejores decisiones que nos ayudarán a encontrar un amor que nos merezca.
Tarde o temprano entendemos que nuestra única herramienta innata de supervivencia es la sensación de alerta que surge desde las entrañas…
Todas contamos con un gran repertorio de hombres que consideramos como candidatos a corto o largo plazo, hombres que se han cruzado por nuestras vidas, para enseñarnos a ser mejores mujeres…
Unos lograron con delicadeza, amor y mucha paciencia hacernos ver que el amor cuando es verdadero es tranquilo, confiable y agradable.
Otros lograron con su adrenalina despertar nuestro lado aventurero, osado y atrevido en que nos fue preciso admitir lo valeroso que es poder ser mujer y contar con tantos matices y facetas para vivir cosas diferentes.
Otros nos enseñaron que la amistad es la mejor manera de construir una relación y que la confianza se gana con el tiempo.
Y otros escasos pero determinantes, nos enseñaron quizá la lección más importante de todas… a valorarnos a nosotras mismas.
Desgraciadamente estos últimos guardan un color oscuro en nuestros recuerdos porque esa lección esencial sólo la aprendimos después de uno de los daños mortales que nos hicieron, usualmente un engaño, una humillación, una desilusión.
Nos dejamos llevar por nuestros príncipes soñados.
El problema de estos hombres es que no muestran señas de malicia, es más son los que más se asemejan a los príncipes con los que tanto soñamos en lo profundo del subconsciente, son encantadores. Tienen cara de ángel y unas tácticas diplomáticas inigualables, porque sobretodo son muy decentes con su manera de proponer situaciones, que se adapten a su propia comodidad. Son los que mucho besan y poco hablan, nos convencen de vivir el presente sin consecuencia y a caer tranquilamente en redes de cristal, pues confundimos sus intenciones turbias por sinceridad.
Las noches con ellos son un sueño y las noches sin ellos un desvelo en que les dedicamos horas y horas de protagonismo en nuestros pensamientos, son quienes de a pocos nos ayudan a sutilmente alejarnos de nosotras mismas y nuestras metas, porque son la idea física de uno de nuestros sueños: encontrar a un hombre hermoso que nos quite el aliento.
En nuestra mente les convertimos en príncipes de nuestras vidas.
El enamoramiento es sencillo, como son tipos de pocas palabras nos enseñan a conformarnos con el hecho de compartir con ellos el tiempo que les sobra y no cuestionar nada más. Sin embargo, en un punto del sentir y con tantas horas de sueño perdidas pensando en ellos, notamos como velozmente nuestros sentimientos tranquilos se tornan en una oleada picada de emociones profundas, de imágenes de viajes con ellos, sus padres, sus amigos, el vestido y nuestros hijos. Para ese entonces ellos permanecen en el mismo nivel emocional inicial, tranquilos y sobretodo muy seguros de su posición y de no tener que esforzarse más.
Los príncipes azules no existen más que en nuestra cabeza. En la medida en que comenzamos a cuestionar su interés, no por inseguridad sino porque sentimos una desproporción afectiva en que estamos dando más y a cambio recibimos las mismas respuestas vagas y sonrisas siniestras, el silencio nos comienza a redirigir a nuestra voz interior. Comenzamos a sentir una piedra en el camino ya sea de su pasado o presente que nos impide que él esté a nuestro nivel de entrega. Es una fuerza inexplicable que nace de nuestras entrañas, esa misma que nos alerta cuando algo no anda bien, de cuando a nuestros hijos les ha pasado algo y cuando un hombre nos está engañando.
Al final, es mejor encontrar un buen hombre que un príncipe azul.
El conflicto comienza a regir nuestra relación mal correspondida y finalmente poseídas por la dignidad que surgió por tanta falta de tranquilidad y lágrimas sin sentido, los dejamos ir, para que sigan resolviendo sus vidas, sin herirnos más en el camino. Entonces comprobamos las sospechas, muchas veces por casualidad, sin quererlo y porque el universo quería contribuir a nuestra clausura y a seguir con nuestras vidas para encontrar a un hombre mejor.
Nos cuesta un tiempo perdonarnos porque después de tantas noches de habernos echado la culpa, quitamos validez a nuestra intuición que era quien sabía lo que verdaderamente estaba sucediendo. Lo cierto es que debemos tener claro que habernos entregado al hombre equivocado no es una pérdida, que no somos menos mujeres por no haber podido anticipar un engaño y tampoco somos locas por amar como si nunca nos hubieran herido.
Sencillamente hay hombres que pasan por nuestras vidas, camuflados, por desgracia para hacernos daño, pero sólo para recordarnos que somos demasiado valiosas para invertir tiempo y desvelos en los que no están listos para amar de vuelta. Y para las que no sepan diferenciar, recuerden que cuando el amor es verdadero la duda cesa de existir.
Después de todo, y de cada historia dolorosa, tenemos dos certezas: que somos cada vez más fuertes y que después de haberlo entregado todo, a nosotras no nos quedó ningún arrepentimiento.
Llorar cántaros y sonreír al día siguiente es una facultad de los valientes…

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