jueves, 22 de noviembre de 2012

ESO TAMBIEN ES VIOLENCIA





Hay hombres que son violentos con nosotras, sólo que no físicamente. A diario nos desautorizan con sus comentarios, constantemente se dirigen a nosotras con insultos, burlándose y denigrando nuestros sentimientos…

Hay violencia que no deja huella en la piel, pero se ve en el corazón de la mujer que lo sufre a diario.

En muchas escenas de películas, telenovelas, e historias reales, aparece la sublime figura femenina pincelada de inocencia, frescura y cierto haz de debilidad, frente a lo masculino como centro de poder y fuerza.

Las risas tímidas, los gestos suaves  los movimientos sensuales y etéreos son atribuidos por naturaleza a las mujeres; mientras que los gritos, el enojo, la indiferencia a los hombres. Pero atención, me refiero a que si un hombre se enoja o grita, la sociedad sigue su curso, no se escandaliza; mas sin embargo, si lo hace una mujer, las miradas acusadoras pueden aniquilar-la  Pues no está bien visto que una “bella y agraciada representante de lo femenino se exalte”.

Este juego de “permisos”  otorgados por la sociedad que supimos construir, nos influencia tanto, que muchas veces, tomamos como “natural” lo que es meramente “cultural”. Quiero decir, en sociedad, nada es natural, todo es resultado de usos y costumbres; convenciones; tradiciones.

Muchas veces somos sorprendidas por situaciones que si bien no son coherentes con nuestros valores se legitiman frente a los ojos de los demás; y por el consenso pensamos que “así son las cosas”.

Sin embargo el “consenso”  es simplemente una información pero no la verdad; nos está hablando de que varios observadores “comparten un punto de vista” y no que las “cosas necesariamente son así”.

En varias oportunidades en talleres o charlas que he impartido entre mis participantes surge la inquietud de la violencia como medio de comunicación en la vida de pareja. Y muchas de esas mujeres que participan suelen manifestar que sus parejas “no ejercen violencia contra ellas”, que son tal vez un poco posesivos, mal humorados, o que no tienen una buena comunicación “pero que a rigor de verdad no hay violencia en sus hogares”.

Frente a estas enunciaciones, suelo preguntarles, ¿qué es violencia? Y todas o la mayoría remiten a las agresiones físicas o psicológicas –los llamados insultos. 

Más si nos adentramos a la raíz de los vínculos, podemos observar con asombro, que la “violencia” como forma y modo es más que unos golpes o palabras altisonantes.

Buscando la raíz de la palabra encontré, que “Violencia” deriva del latín  “ Violenta”cualidad de “ violen tus:” vio =vis “fuerza”, “ len tus” sufijo que tiene el valor de continuo; por lo tanto es “violento” aquél que hace uso frecuente de la fuerza.

Para algunos científicos los hombres son más violentos que las mujeres por la “testosterona”, pero sostener esto sería una forma de alivianar las responsabilidades. Hay quienes afirman que “el alto consumo de carnes rojas produce mayor agresividad”. ¿Tendríamos que tener entonces hombres castrados y vegetarianos para poder convivir en paz? Aunque algunas respondan que sí, y dejando los chascarrillos de lado, sabemos que no.

Volviendo al origen de la palabras, me queda en la cabeza la palabra “fuerza” y comienzo a entender, que el ejercicio habitual de la fuerza constituye la violencia; pero que esa práctica se puede dar de muchas formas solapadas.

Será por ello que muchas de nosotras creemos que “eso de la violencia de género”  ocurre fuera de nuestro alcance. 

Pero cuando dejamos de hacer lo que nos gusta porque a nuestra pareja no le agrada; y si de todas formas lo hacemos, “él se enoja”, o nos mira indiferentes, o deja de hablar… ¿acaso eso no es uso de la fuerza?

Si no podemos usar esas faldas cortas, o pantalones apretados, o la blusa sin mangas “porque a él no le parece,” si constantemente estamos siendo “cuidadas”, si cada vez que queremos ir de visitas a casa de una amiga nos llama más de 6 veces, si a la hora de la comida indefectiblemente tenemos que estar presentes, si no podemos opinar lo contrario, si con comentarios cotidianos se desautoriza nuestros deseos; si en las discusiones se dirigen a nosotras con insultos, creencias denigrantes, o burlas; si no podemos expresar lo que sentimos, pedir lo que queremos para la relación sin que impere el miedo de “la discusión”, si somos manipuladas para tener relaciones sexuales cuando no lo deseamos…

¿Eso no es violencia?

¡Claro que sí! No porque falte la sangre, los moretones, o los portazos estamos exentas. Hay violencia toda vez que uno de los dos “tire de la cuerda y apreté el cuello de la pareja”, desde las palabras bonitas de la manipulación hasta la agresión extrema”.

Pero siempre que impere “la fuerza de uno sobre el otro” estamos en un contexto de violencia.

Es fundamental remarcar esta situación, para que puedas indagar en tu relación y si hay algo de esto en ella puedas tomar acción.

La violencia es una herramienta de dominación que no va de la mano del amor.

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