sábado, 3 de abril de 2010

AMOR DE NIÑA, ENTREGA DE MUJER




Hace un momento recordé mi farol en la plaza, ése mismo que cada luna nos arropó con su luz, ésa luz que me hizo verte de una manera distinta, o mejor dicho: de una manera perfecta.

Retrocedí al instante en el que entregué mi esencia y hasta un poco más, reviviendo momentos sublimes y soñadores. Aún me cautiva el hecho de pensar en ti:

Con tu camisa blanca, zapato elegante y aquel cuello sin corbata. Una mirada radiante de ojos mágicos, sonrisa tierna y manos suaves. Tono sonoro y generosa personalidad, tu semblante apacible y tus actos de caballerosidad.

Por mi parte, no tenía ni quince años como decía tener, aún estaba en edad para buscar golosinas en la bodega, apenas estrenaba mi rumbo hacia la mujer que muy pronto sería.

Me perdí en tus palabras bonitas alejándome de la casita de muñecas, cuando jugaba con mis compañeras a la hora del té; de las comiquitas de la televisión… Y en lugar de todo eso comencé a soñarte despierta yaciendo en el sillón.

Fuiste el astronauta de las lunas en mi pecho; el sol del universo que llevo dentro; pintor de las pecas nacidas en mi vientre y el amante que he soñado siempre.

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