jueves, 23 de agosto de 2012

SOLEDADES COMPARTIDAS


Tenemos pareja,
pero nos sentimos solas.
Muchas mujeres nos encontramos en relaciones que no nos llenan, es triste, pero es algo común.
Para encontrar la salida a esta situación, lo primero será crecer en amor propio, aprender a valorarnos y reconocer nuestra situación.
Acompañada, pero sola.
En todos lados, y en todo momento, hay miles de parejas que sufren del síndrome “soledades compartidas”.
Tal vez tú lo padezcas, lo padeciste, o lo padecerás…
Este síndrome al que estamos expuestos todos, no respeta género o religión, es una forma actual y moderna de vivir la soledad personal pero en compañía de otros; en especial de la pareja.
Los síntomas son similares a  los de una gripe –a excepción de la fiebre– desgano, cansancio, falta de estímulo, sensación de pesadez, falta de interés…
No surge por factores genéticos, pero sí ambientales, culturales y domésticos. De las creencias escuchadas en la infancia acerca de que los “demás” pueden salvar nuestra vida, completarla o resolverla.
Buscamos al mejor hombre,
nos conformamos con “uno bueno”.
En la etapa en que salimos del seno de nuestras familias para buscar relaciones y encontrar pareja, muchas mujeres salen a la caza de “la presa perfecta”, según los valores que aprendimos en el hogar.
En muchas circunstancias esos prototipos son alcanzados pero no llegan a encajar lo que idealmente deseaba esa mujer, pero ella con la certeza de que es lo mejor para si misma, acepta establecer una relación duradera con él, y con el paso del tiempo sienten crecer un gran abismo entre ellos.
Esa separación virtual pero existente de interés, valores, modos de pensar el mundo; genera en cada uno de los miembros un vacío, que algunos saben llenar buscando fuera de la pareja lo que creen que no encontraran en ella; y otros se quedan simplemente mirando el hueco que dejó el desencuentro.
Soledades compartidas.
Esa mutilación existencial marca el inicio de la llamada soledades compartidas; “tengo compañía pero no me quitan la soledad”, “tengo una pareja pero no me siento en conexión con ella”, “somos mundos incompatibles pero estamos juntos”.
Cuando estamos inmersos en ella, la angustia, la tristeza y la ira son las emociones que marcan nuestro ser. Sentimos la urgencia de sanar esa herida que nos parte el alma; y nos llenamos de bronca por no poder cicatrizar a tiempo.
¿Cómo salir de esta soledad?
El mejor método es tomar distancia de tu subjetividad y mirar el panorama de forma objetiva; comprender qué es lo que te ha llevado a esa situación que ya no quieres para tu vida; y buscar formas efectivas para resarcir tu modo de vivir.
Tener un baúl repleto de látigos para autoflagelarte y conmiserarte no es la solución. El remedio prescripto es el amor propio.

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